viernes, diciembre 16, 2011

UN HISTORIADOR CON MAYUSCULAS

Juan E. Pivel Devoto
El primer historiador moderno



Por Prof. Alejandro Giménez Rodríguez


El pasado 22 de marzo un hecho pasó inadvertido para gran parte de la cultura uruguaya, pese a su trascendencia: el centenario del nacimiento del profesor Juan Ernesto Pivel Devoto.

Apenas un homenaje que se realizó en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo por parte del Partido Nacional y otro en una universidad privada recordaron la trayectoria y el protagonismo que tuvo el fundador de la época moderna del Museo Histórico Nacional en la creación de nuestra historia.

En ocasión de su fallecimiento el 11 de febrero de 1997, uno de sus alumnos, el investigador Gerardo Caetano escribió en el semanario “Brecha”: “De él podría decirse lo mismo que escribió Carlos Quijano al comienzo de su necrológica sobre Luis Alberto de Herrera: “Vivió como su fuera inmortal””.



Historiador, escritor y político, nació en Paysandú el 22 de marzo de 1910. “Juan Pivel Devoto fue una figura clave y polémica del Uruguay de este siglo. Tuvo incidencia en la vida pública como ministro, dirigente político y presidente del Codicen, pero su mayor legado residió en su pasión de historiador”, añade Caetano.

Quinto hijo del matrimonio integrado por Juan Pivel, de ancestros vasco- franceses y de Laura Devoto, hija de italianos, se radicó en Montevideo junto a su familia, en 1923 ingresando de inmediato a Educación Secundaria, al hoy Instituto “Alfredo Vázquez Acevedo”. Ese mismo año quedó impactado con la exaltación de la figura del Prócer José Artigas que hizo Juan Zorrilla de San Martín, “el Poeta de la Patria”, en ocasión de la inauguración del monumento en la Plaza Independencia.

Había leído en su infancia los libros de historia patria de “HD”, pero con sólo 16 años el conocimiento de “Historia de la dominación española en el Uruguay”, de Francisco Bauzá, definió su vocación de historiador, dedicándose a la docencia en el Instituto Magisterial “Gabriela Mistral”, el Liceo Francés, la Escuela Militar, el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo y el Instituto de Profesores “Artigas” (IPA).

Su tarea de investigador en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores comenzó apenas alcanzada la mayoría de edad, y afinó su rigor en el tratamiento de diversos archivos, afirmándose en la importancia de los documentos originales como fuente del conocimiento histórico, logrando que los mismos “hablen”, como le gustaba decir.

Pero su gran obra fue el Museo Histórico Nacional, a cuya dirección llegó en 1940 merced a una carta solicitando su nombramiento-firmada por un grupo de intelectuales -dirigida al presidente de entonces, General Arquitecto Alfredo Baldomir,

Durante cuarenta y dos años al frente de esta institución bregó por el rescate del patrimonio histórico, consiguiendo incorporar las históricas casas de Rivera, Lavalleja y Garibaldi, además de otras, como la de Montero, hoy Museo Romántico, y de Ximénez y Gómez, además de las casas quintas de José Batlle y Ordóñez y Luis Alberto de Herrera.

También impulsó la incorporación al acervo estatal de colecciones particulares, y la formación de bibliotecas y archivos de papelería documental indispensables para la tarea de investigación de distintos períodos de la historia uruguaya.

Al mismo tiempo, reflotó la Revista de la Universidad, que convirtió en la Revista Histórica, en la que publicaron artículos los más importantes historiadores de nuestro país y del exterior, la que permitió incrementar la hemeroteca del museo mediante el canje con publicaciones de universidades de todo el mundo. Nunca dejó de publicarla- y más de un volumen anual –en los 42 años de dirección del museo

A partir de 1944, y con la perspectiva del centenario en 1950 de la muerte del héroe nacional, dirigió la publicación del “Archivo Artigas”, recopilación de documentos relacionados con la trayectoria vital del prócer, llegando a 29 volúmenes bajo su dirección. También fue responsable de la “Colección de Clásicos Uruguayos”, que comprende más de 150 títulos significativos de nuestras letras, transitando por la historia, literatura, filosofía, la política y el arte, en ediciones de precios accesibles, que él personalmente prologó en muchos casos.

También ocupó la presidencia del Sodre y el Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social, durante los gobiernos nacionalistas de la década del sesenta del siglo pasado, partido al que siempre adhirió y presidió en los años de tránsito hacia la democracia entre 1983 y 85. Asimismo fue artífice de la ley de Patrimonio de 1971, que creó la Comisión del Patrimonio, Histórico, Artístico y Cultural de la Nación, de la que fue primer presidente.
 Su obra escrita tiene puntos altos como “Historia de los Partidos Políticos en el Uruguay” (1942); “Historia de la Republica Oriental del Uruguay” (1945), En coautoría con su esposa Alcira Raineri, y “Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811” (1952),además de “Contribución a la historia económica y financiera del Uruguay- Los Bancos”; “Historia de los límites del Río de la Plata, islas Martin García y Timoteo Domínguez” (1973); y “Amnistía en la Tradición Nacional” (1974). También eran habituales sus artículos en el semanario “Marcha”, presentes en esa publicación hasta 1973.

Evocando su figura, otro de sus discípulos, el recientemente fallecido historiador José Pedro Barrán, señala: “Su erudición era infinita. Formaba parte de esos historiadores , los verdaderos, que saben mucho más de lo que han escrito y eso que sus libros suman miles de páginas”, agregando que “Su pasión fue el Uruguay, la defensa de sus intereses, de su cultura, de lo que creía el ser nacional, (…)” (artículo de “Brecha”, ya citado).

El profesor José de Torres Wilson, uno de los que lo sucedieron en la dirección del museo, lo definió como el primer “historiador full-time” del país, ya que ilustres antecesores suyos, como Francisco Bauzá y Pablo Blanco Acevedo, se dedicaron al mismo tiempo a otras tareas, tanto políticas como al desempeño de profesiones liberales.

Su aspecto “antiguo”- invariablemente de traje oscuro y sombrero –parecía detenerlo en el tiempo, e incluso no era hombre de trato simpático, sino más bien hosco. Sin embargo los que intimaron con él lo evocan como un “gran encantador de gente”, llegando a menudo a mostrar ternura.

En el centenario de su nacimiento, bien vale recordarlo como nuestro primer gran historiador moderno y refundador del Museo Histórico Nacional.

 

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